sábado, 12 de abril de 2008

En el ocaso del día
apareces tú de pronto.
Tomas sus manos desnudas,
levantas su suave rostro,
mira al demonio a los ojos,
un demonio ya perdido.
Pálida quedó la cara,
antaño, cuando te fuiste,
de este ser del inframundo
que decidiste olvidar.
Hoy has vuelto, ángel negro,
¿qué te hizo regresar?,
en ese banco esperando,
lleva siglos sin llorar.
Le diste bondad eterna
quitándole su maldad,
pero fueron muchas cosas
las que acabaste por robar.
De sus labios fue un beso,
de su cuerpo, una caricia,
un llanto con tu mirada
y el "te quiero" de su alma.
Lucifer sucumbió a tí,
su corazón palpitaba,
te llamaba desde el norte,
y acudiste, ahora lo entiendo.
"Despertad de vuestro sueño,
acabad con el letargo,
he acudido a rescataros,
a alejaros del infierno.
Levantad, venid conmigo,
me quedaré a vuestro lado,
común es nuestro destino,
el hado ya está escrito.
Oh señor de las tinieblas
atended a mi lamento,
porque nunca os amarán
tanto como yo os he amado."

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