Hay muertos invisibles en las selvas,
sobre el agua florecen como desnudas olas.
Ojos de barro, los jacintos se posan
en los azules labios entreabiertos.
Sombrío mar de sueños que naufragan
en el frío crisol de la metralla .
Mortal polvo de oro la esclavitud regala.
Grandes rebaños de hombres se acogen al destino
de no ser mas que sombras inclinadas
que se rompen sin ruido.
Ascuas sin luz en la hoguera del miedo
en el altar que ignora el sacrificio
y de la sangre limpia los diamantes .
Leopoldo murió , pronto hará un siglo ,
corazón de tinieblas de nuevo se levanta
sobre la fuente azul de la esperanza.
Con mas horror destila
el lento e implacable genocidio .
Es inútil la épica de Homero.
Han devorado a los dioses las hormigas.
Los pigmeos son ahora pordioseros
sin tiempo para mirar a las estrellas,
arrojados del pobre paraíso.
Un Marte mercenario
se abre paso con su kalashnikov.
La ingrávida maleza se yergue hacia la luz.
Las copas, olvidadas de la sombra,
se estremecen quebradas al caer
abrazadas al sol o al aguacero.
Vértigo ronco
lentamente astillado
interminablemente mutilado.
Colaboración de Gonzalo Del Campo