miércoles, 23 de abril de 2008

La noche extiende su manto
en el ocaso del día,
el cielo cubre de estrellas,
la tierra empapa de sueños.
Los ángeles degollados
regresan del inframundo,
buscan vengarse de aquellos
que acabaron con sus vidas.
Sangra la pálida luna,
ha sido herida de muerte,
el doble filo de un hacha
ha desgarrado su alma.
La oscuridad es esterna,
no hay lucero que ilumine,
apagadas esperanzas
retornad de lo baules.
De las entrañas del mundo,
emana sangre caliente,
los astros no se han rendido
a los infames demonios.
Sufren porque siguen vivos,
su espíritu nunca muere,
luchan contra la agonía,
resucitan ilusiones.
Los ancestros sucumbieron
ante arcanos retornados,
seres viles y crueles,
de muy negros corazones.
Una pequeña figura
yace en el suelo rojizo,
la toga le cubre el cuerpo
y una capucha su rostro.
"Habéis consentido humanos,
que la maldad os invada,
no sabéis por que ha ocurrido,
pero veis las consecuencias.
No ha sido vuestra envidia,
ni el poder que tanto ansiais.
No es el tiempo, que os persigue,
no es la muerte, que os espera,
Dejasteis de lado un día,
vuestra infancia en un rincón,
perdisteis algo importante,
la inocencia del corazón"